- De repente cuando eres madre entiendes el significado de la palabra magia. Magia desde el minuto cero, desde el minuto que el cacharrito de plástico te da positivo y lees las instrucciones 8 veces comprobando que los dos palitos significan que efectivamente estás preñi. Pasando por el primer día que le ves su carilla arrugada e hinchada y a ti te parece que estás frente a la nueva futuro modelo de Victoria’s Secret, seguidamente de esas interminables noches que te da el coñazo y solo piensas en dormir y cuando se duerme (¡al fin!) te paras a mirarle y piensas: eres el coñazo más adorable que existe bajo la faz de la tierra. Es magia porque nunca, escúchame lo que te digo que es muy heavy, nunca habrás hecho un tu vida algo tan importante, bonito y perfecto. Y lo has hecho tú solita, con tus arcadas, tu cuerpo gordi, tus noches de insomnio, con tus cambios hormonales y … bueno también con él, pero él solo participó en el embarazo en la parte divertida 🙂 . Es magia porque no soy capaz de hacer unas lentejas decentes y voy y hago una niña.
2. No sabes lo fuerte que eres hasta que un hijo tuyo se pone malito. Serías capaz de hacer cualquier cosa por ver que se recupera y por no verle sufrir. Si hace falta tenerle en brazos 12 horas por hacerle sentir mejor, lo abrazarás aunque estés agotada. Si hiciera falta recorrer 12 kilómetros en pelotinguis hacia una farmacia a comprarle una medicina, los correrás sin pensarlo (nunca he tenido que hacerlo porque este ejemplo es absurdo pero os juro que lo haría). De repente descubres que ellos te ven tan fuertes como tú veías a tus padres, y no puedes fallarles, no quieres fallarles. Ya les fallarás cuando te vengan con un problema de matemáticas y no tengas ni pajorera idea de cómo resolverlo.
3. El dicho ese que dice: Nunca digas de este agua no beberé lo debió inventar un padre o una madre… No sabéis la de «yo nunca haría…» que me he comido con patatas. Uno detrás de otro, porque una cosa es la teoría y amigo mío, otra cosa muy distinta es la práctica. Y lo bien que me viene de vez en cuando ponerle unos dibujines mientras yo vagueo en el sofá, o consentirle alguna cosa solo porque no llore más, o comprarle un capricho innecesario solo por verle la cara de ilusión… las normas las pones tú y no hay nada ni muy malo ni muy bueno… ellos solo quieren que lo hagas lo mejor que sabes y puedes. Saltarte tus propias normas de vez en cuando está muy bien y sobornales de vez en cuando funciona ;).
4. Los días #sinhijos valen por 7. No puedo estar separada de mi pequeña muchas horas seguidas porque la echo terriblemente de menos pero reconozco que necesito y adoro poder tener algo de espacio para mi y para mi marido. Una pequeña escapada, una cena romanticona, un día de novios… la verdad es que no hace falta demasiado tiempo porque las horas sin hijos se multiplican por 7 y tienes la sensación de haber hecho un porrón de cosas.. y hasta te notas más joven y más cool… pero con unas ganas tremendas de volver a verle la cara a tu ratón. Viajar ya nunca volverá a ser lo mismo, si viajas con ellos de peques porque lógicamente tendrás que adaptarte a sus: «tengo pis, caca, tengo hambre, tengo sueño o te monto un pollo aquí porque me da por ahí» y si viajas sin ellos porque todo, absolutamente todo te recordará a ellos y serás una mujer/hombre pegada al facetime y consiguiendo wifi para hablar por vigésimo quinta vez en el día con tu churumbel.
5. Tu capacidad de sorpresa admiración no tiene límite alguno. Desde el primer día que le ves sonreír y piensas que es un ser superdotado porque no es normal que tan pequeño se ría con esa soltura, hasta el día que te dice así de forma espontánea un «te quiero» sin que le hayas medio obligado a que te lo diga, y tú, deshecha entre babas y emoción tienes la certeza de que ya puedes morir tranquila. Verles descubrir el mundo te hace volver a descubrir el mundo con otros ojos. Un mundo diferente en el que Pocoyó, Dora exploradora, las duchas sin intimidad y el Dalsy son tus nuevos compañeros de aventuras, pero un mundo que nunca antes sabías que existía y que pudiera llegar a ser tan cansadamente maravilloso.
Pelos de punta Angi. No puede ser más cierto y más bonito lo que cuentas. Un abrazo! 🙂
Me gustaMe gusta
Todas las mamás decís lo mismo, empezando por la mía. Así que, aunque a las #nomamis nos cueste creer algunas cosas, tendremos que darlo por bueno. ¡¡No van a estar equivocadas todas las mamas del mundo!! 😉
Lo de los «yo no haría…» que se incumplen constantemente es de lo más repetido a mi alrededor. Ya sabes… «Al platu vendrás arbeyu…· 😉
Me gustaMe gusta
Yo fui madre hace un año y comparto todas esas sensaciones. Y me hace gracia lo de… «de este agua no beberé»…porque te tragas unas cuantas. Porque por ellos , TODO.
Un abrazo!
Me gustaMe gusta
Que alegría que hayas vuelto! Te leo desde el principio de los principios, os he seguido de cerca en vuestra aventura profesional e incluso he compartido los dos embarazos contigo en las mismas fechas! Me encantará seguir tus andanzas por aquí.
Un besote y ánimo con la recta final! A mi me queda una semana!
Me gustaMe gusta
«A mi hija nunca le dejaré probar el ketchup…». «Los Danoninos, sólo uno a la semana, que llevan mucho azúcar…», «Al llegar a casa, directa a la bañera, aunque se ponga a marranear como una posesa…»
Con patatas, hijas mías, con patatas…
Me gustaMe gusta
Demasiado cierto todo, Angie! 😉
Me gustaMe gusta
Emocionante, Angi! Emocinante y bonito!!
Y lo que está por venir!… A veces, después de casi 21 años, miro a Sarah y me sigue sorprendiendo-maravillando que sea mi hija. Nada me gusta más en el mundo que pasar horas con ella, charlando de cosas sencillas, o importantes, mirar una peli apelotonadas en el sofá, gastarle bromas, reírnos juntas, ir de copi cuando conduce, salir a merendar, comer o cenar; comentar la última Contra de La Vanguardia, una anécdota de la «Uni» (ella) o de la «Facu» (yo y mi época)…
Recuerdo cuando te quedaste embarazada (A Ritzo le han hecho un bombo) y cuando hablabas de tu «lenteji» y veo lo » suavemente» que has aterrizado en la vida de «madre» (padres). Sonará extraño,pero me encanta que así sea y verte tan feliz.
Te veo crecer al lado de Vera y, de alguna manera, me devuelves a aquella época perfecta en la que Sarah era pequeña, como Vera, y los Teletubis eran el pan de cada día, las pelis Disney nos las sabíamos de memoria, cantábamos las canciones de Pocahontas a voz en grito, hacíamos palomitas en el micro, nos alojábamos en hoteles que tenían puertas «como las de Piti-wuman» o explicábamos cuentos una y otra vez, una y otra vez, en bucle, menos el del «lobo-ferosss», que le daba miedo y lo escondió entre los libros del salón…
Todas las épocas tienen magia, lo que pasa que la transición es lenta, aunque el tiempo pase rápido, y no somos conscientes hasta que nos paramos a pensar en ello y descubrimos que han pasado «x» años, pero que todo sigue siendo felicidad en estado puro cuando estamos a su lado. Dentro de veinte años hablamos otras vez, te parece??
Un abrazo grande, Angi. Muchas gracias por lo que me haces sentir cuando te leo o cuando veo tus fotos colgadas en IG.
Ester.
Me gustaMe gusta